miércoles, enero 14, 2004

La memoria no es mala. Es felina. Selecciona las mejores moradas y suelta zarpazos con doble fuerza cuando se emberrincha. Se eriza al percibir presencias que la piel no alcanza a anticipar. Duerme, la mayor parte del tiempo, y la otra parte que resta se la pasa aseándose a sí misma. Convenenciera y mordaz, suelta apenas algunas caricias en ocasiones esporádicamente especiales, y las hay en donde hasta ronronea causando vibraciones de alta fidelidad, cuasitangibles. Es, al final de cuentas, una buena compañera. Pero gatuna como es, temo que a veces ni siquiera nos necesita para sobrevivir.
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