lunes, agosto 25, 2003

Trato de entender sin darme tiempo de estar enojada, de reclamar, de sacar todo el coraje. Trato de asimilarme como mujer pequeña, como partícula, sin darme el tiempo de gritarle al mundo que esto no me parece justo en lo mas minimo. Trato de no parecer estupida, caminando a diario sonriente, airosa, como si fuera un exito dominar el arte de aguantarse todo. Como si acumulando todo en este interior fuera a lograr procesarlo, como si fuera a obtener el jugo y pudiera botar el bagazo a la basura.

Y en esta lucha de tratos es el olvido mi mejor aliado.

Y es en esta lucha de tratos cuando me encuentro cara a cara a mi peor enemigo, que no tiene cara ni nombre ni cuerpo, y me asalta al jalar el gatillo que disfraza en cada disparo. Y a veces me da por la espalda o el vientre o los tobillos, pero es cuando atina en la memoria cuando mas duele. Es cuando de todo lo acumulado sale una o dos o tres partes, como basura rebosante en un bote de aluminio al cabo de un par de semanas.

Se pinta entonces la derrota. Se borra la sonrisa. Y soy ridícula. Y el olvido no sirve de nada o se torna en desertor. Viene encarnado el enemigo entonces, y recuerdo. Y todo lo que he guardado dentro ya no importa, no importan las dos o tres partes que se han asomado. Es el todo lo que se vuelve amorfo y pesado y duele. Y no se por que, y no se que es, pero duele y da coraje y me dejo gritarle al mundo que nada de esto es en lo mas minimo justo.

Pero es una derrota dulce despues de todo, y necesaria.

Y yo a veces suelo ser una buena perdedora.



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