martes, julio 08, 2003

l a zy b on e s

estás acostada en el sillón de la sala, en ropa interior, con el ventilador encendido. mitad de la noche, de madrugada, de luna a medias, de insomnia voluntaria. la piel es pegajosa y melosa, como dulce de leche olvidado junto a un horno y huele a pan horneado, a agua salada, a ganas que esperan bajo el sol como una pieza de ajedrez espera su turno en la estrategia. se te ha perdido la mirada en lo blanco de ese cuarto que es pantalla. te vuelves dibujante entonces, o matemática tal vez, usando líneas para moldear deseos que quieren ser predicciones.
estás acostada en el sillón de la sala, tendida como lagartija o como guitarra. así inmovilizada tratas de soñar un poco con los ojos abiertos. imposible. el verano espeso ataranta, levanta del suelo aromas exactos, que confunden e hipnotizan. el verano espeso se deposita entre tus poros y entona un ritmo lento y prolongado. te hundes entonces como mano en un barril de arroz y así, tendida en el sillón de la sala, de madrugada, quedas en empalagoso letargo hasta que la piel comienza a refrescarse con los primeros tintes de luz en el cielo y tu respiración es mucho más lenta y prolongada que el propio verano. y el aire mismo es anestesia y te empapa y te pierdes.

has sido vencida.
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