lunes, julio 14, 2003

de nuevo

En el aereopuerto, esperando a que llegue Yvonne para despedirme de ella. Estoy nerviosa, apurada, acalorada. Saco un cigarro y me lo fumo lentamente, se me acelera el pulso, tiemblo. Esta es una desviacion por demás triste en el viaje hacia la casa nueva, donde tendré por fin mi cuarto sola. Pero Yvonne no estará aquí para conocerlo, pintado de rosa y rojo, chico pero suficiente. Se siente feo de repente, acordarse de tiempo atrás cuando yo deseaba que fuera mitad de enero y ella quería que llegara julio para irse a vivir a Guadalajara. Llegó el día así como suelen ser los demás, inevitables. Las dos nos gastamos el año en anticipaciones, planificación de sueños y pequeños miedos. Sabíamos que en ese momento estábamos pasándola bien y que una vez allá (yo en el mio, ella en el suyo) las cosas iban a ser mejor aún. Lo que olvidamos, o al menos yo, es imaginar el momento de la despedida. Tal vez sea así con todas las partidas. Se planea todo, se imagina todo, menos el día de la fecha de transferencia. La despedida. En lo que va del año, esta es la tercera vez que paso por ese aereopuerto llorando a causa de una despedida. ¿Qué no la tercera es la vencida?

Es necesario volar. Urge. (ahorita, de preferencia a Guadalajara)
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