miércoles, mayo 07, 2003

Arrastrar caracteres que escurren, sujetarlos con hilo de caña y formar enunciados que dicen miradas que dicen pieles que dicen tazas de café a las siete de la mañana. Poner los collares en baño maría, curtirlos lentamente en burbujas guardadas en grandes espacios, en obvias complicidades que requieren mucha paciencia, en veinticuatro horas de descanso largo obligado. Encontrar la rampa, la pared blanca adecuada para improvisar una breve pieza de bossa con trozos de movimiento cocinados en olla exprés a lo largo de varias horas. Acabar el día saboreando la música que solo se escucha a través de un surround 4.1, en circuito cerrado y disponible solamente en un par de puntos geográficos de la ciudad.
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