viernes, enero 10, 2003

La mandarina hay que comerla despacito. Encajar la uña es morder un labio, con fuerza y deseo. La piel debe ser retirada con anticipo, absorbiendo la fragancia con respiración agitada, la boca haciéndose agua, es querer arrancar la ropa y aguantarse lo más posible. Una vez desnuda, nunca hay que morderla completa, sería como ir directo a la penetración. Los gajos se separan, a la mitad, un tercio, de uno por uno, el placer debe ser dosificado. De preferencia se humedece cada trozo, con los ojos cerrados, usando el interior de los labios, la lengua y los dientes, pero sin romper la piel. La mordida llega por si sola, sin aviso...aquí el tempo se decide al gusto, saborear el jugo primero o masticar el interior, tal vez ambos al mismo tiempo, pero siempre acariciando en la mano el siguiente gajo, planeando al tacto la manera de chuparlo y deshacerlo. La mandarina, recalco, hay que comerla despacito. Dejar que la nariz se hastíe y recorran cosquillitas el cuerpo entero. Si se logra el clímax seguro se antojará escuchar un sonido en especial. El último gajo es el más importante, es el momento inmediato después del orgasmo. La barriga ya se siente un poco llena pero siempre hay espacio para uno más. Se come repitiendo el ritual, pero el truco está en chuparse cada dedo después de haber tragado la última gota de jugo. Después hay que sentarse (si es que se estaba de pie), estirar las piernas y cruzar las manos sobre la pansa, sonreir y exhalar. Nada de servilletas por favor.
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