viernes, diciembre 13, 2002

Dejar tu adentro en una mesa de café. Hablar y hablar sobre lo que ha pasado como si no se hubiera ido, preguntar por qué terminó. No son círculos porque no encontramos la última sección de la curva para cerrarlos. Tomar café con sabor a dieciocho años. Encarnar tus veintidós. Que de la boca salgan preguntas que sabes no se contestarán. Revisar un diccionario compartido y aceptar que no es necesario uno nuevo. Reafirmar existencias lejanas en un oído ajeno, pero tan similar. Firmar decretos imaginarios y saber que todavía queda encontrar el valor para no quemarlos con impulsos estúpidos. Servir como diario en progreso y saber que la acción es recíproca. Colgar lo que no se sabe en un mecate y dejarlo secar (¿sabrás dejarlo secar?).

Levantar la sesión para ir a escuchar hardcore. Y tú creías que tus crónicas se leían mejor en jazz.
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